El común de lo común, convivir con la miseria ¿es Natural?
Según el DANE la pobreza
extrema en el país se ha ido erradicando de manera sistemática desde el año
2002, es desde el mismo, que empezó de manera drástica a disminuir, y asimismo
la desigualdad, hasta el 2012, año en el que llegó a
un estancamiento.
En las estadísticas
presentadas por el DANE y la ONU, se asume que un hogar sale de la pobreza
absoluta si sus integrantes tienen ingresos mayores a los $211807 Pesos
Colombianos (COP) mensuales, que representan la carga calórica para la
supervivencia de cada persona dentro del país, o lo que se le llama comúnmente
la canasta familiar. Es decir que, un hogar conformado por 4 personas debe
obtener como mínimo $847228 Cop, para no estar en pobreza extrema. A esto se
le debe añadir que el 29.3% de la población colombiana no alcanza a obtener más
del mínimo vital ($211807 COP mensuales por persona) para sostenerse.
Según el
DANE, la pobreza bajó en un 2% pero el coeficiente GINI[1] no disminuyó sino en un
0.002 puntos, es decir que, mientras salen 811 mil personas de la pobreza, los índices
de desigualdad no se mueven, lo cual tampoco es un gran aliciente, no sólo
porque no disminuye, sino porque el coeficiente en Colombia es uno de los más
bajos del mundo, 0,502, es decir, los ricos siempre han sido los más ricos, la
clase media cada vez más reducida, y los pobres además de ser más pobres, cada
vez somos más.
Pero y esto
qué tiene que ver con lo común, se preguntará Ud. como lector. Muy sencillo, el
ciudadano en Colombia se acostumbró a este movimiento expansionista de
desigualdad, y no sólo se acostumbró, sino que sencillamente ya no le interesa.
Cifras imp0actantes como esta: “Medidos los ingresos percibidos por los
hogares colombianos, en estado de pobreza está el 45,5% de nuestra población,
es decir, 19 millones 900 mil colombianos y en estado de indigencia hay un
16,4% de la población, es decir, 7 millones 200 mil colombianos.”
(Vanguardia), no llegaron a los oídos de quienes siguen pendientes de la novela
y el “reality” del momento.
Se puede tomar como ejemplo
la ciudad capital, en Bogotá habitan 6,763 millones de personas, de los cuales
el 10,2 % viven en la pobreza, es decir unos 680 mil bogotanos obtienen
mensualmente un poco más de $220.000 COP al mes para sobrevivir y 67630
personas no reciben ni siquiera eso. Además el promedio de la canasta básica en
Bogotá es mayor al promedio nacional ($229.672 COP). Esto presupone que una
familia de 4 integrantes debe obtener casi un millón de pesos mensuales para
poder mantenerse dentro del espectro de pobreza. “La línea de pobreza es el
costo per cápita mínimo de una canasta básica de bienes (alimentarios y no
alimentarios) en un área geográfica determinada. En 2014 la línea de pobreza en
Bogotá D.C. fue de $229.672 con aumento de 2,7% con respecto a 2013, cuando fue
$223.5372. De acuerdo con lo anterior, un hogar en Bogotá D.C. compuesto por 4
personas, será clasificado como pobre si su ingreso está por debajo de
$918.688.” (DANE, 2015). Esta dura realidad,
confrontada con el salario mínimo ($644.350 COP) más el promedio salarial en
Colombia (que esta entre 600.000 y 1’000.000 según cifras de la encuesta
realizada por “trabajando.com y Portafolio”[2])
no da un mensaje alentador para el colombiano promedio.
Es de hecho aún más
desalentadora la visión generalizada que se tiene del problema y las formas de
solucionarlo.
“la distribución de la riqueza y los recursos de nuestro país, está
concentrada en un pequeño grupo de personas, no está dividida de una forma
equitativa, ni mucho menos, repartida entre la gran mayoría de la población
colombiana ya que este aspecto ha sido generalmente ignorado por el gobierno
que están enfocadas en el actual nivel de ingresos, consumo de las personas y
no en la pobreza como un problema de gran magnitud” (Ruiz, 2012) Esto no solo afecta
la forma de atacar el problema por parte de la sociedad civil, sino que ha
empezado a empeorar no solo la visión del ciudadano hacia su contrato social
con el Estado, tal vez la ineficacia del mismo en la reducción real de la
desigualdad, en la creación de empleos más dignos y salarios que realmente
representen los gastos del mismo.
Es un golpe a la moral del
colombiano el saberse siempre pobre, o eso sería lo lógico a pensar, pero no es
así, en Colombia es común pensar que mientras se obtenga el sustento diario no
se es pobre, o sencillamente se hace una comparación cercana con el que esté
peor. Una serie de valores morales se han ido aclimatando cada vez más en
nuestra sociedad, y esto es lo que se inculca desde siempre, por esto mismo se
ve en los índices una escasez de profesionalización, y una actitud generalizada
a la política, por lo mismo la educación política es también bajísima, se
aumenta el desinterés de lo que sucede en las huestes del poder público y de
cierta forma se exacerba un sueño Neoliberal que es el que alimenta la relación
social de los habitantes del país, “me interesa lo mío y lo que hago”
aumentando las brechas de desinterés social general.
La pobreza del país no es
una pobreza en biodiversidad ni en capacidades, es una pobreza de apropiación
de derechos y deberes, en saberse dentro de un sistema criollo de valores y no
querer cambiarlo, y es que no es que seamos cómodos, sino que sencillamente
nacemos derrotados, al parecer, nuestra
estructura social se ha desviado de tal forma que realmente no buscamos salir
de la pobreza sino mantenerla. Jaime Garzón decía en el año 1993 que los
problemas del país no son nuevos y realmente es así, llevamos más de 100 años
desangrándonos entre nosotros, por eso mismo es común hacer parte de esa franja
de mínima supervivencia, por eso lo común es no votar para cambiar las cosas,
por eso lo común es dejar hacer lo que sea a esos, los dé por allá tan lejos
que manejan los hilos.
Lo común está, no en ser
parte de ese margen de pobreza nada más, lo común es el desarraigo a las
instituciones, es el criticismo excesivo sin proposición, lo común es hundirnos
cada vez más entre nosotros mismos y quejarnos del barro que nos ensucia. Como
propuesta, hagamos de la decencia y la cultura lo común, la apropiación de lo
público y la credibilidad en la gente como algo común, hagamos de esto un nuevo
comienzo para lo que merecen las generaciones que vienen, proponer no es fácil
pero dar el ejemplo es la mejor forma de hacerlo.
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